Para Fausto G.C.
Las camisetas de Joy Division, esas con el diseño de la portada de su primer LP, Unknown Pleasures (que, por cierto, muestra el patrón de pulsos recibidos por la primera estrella pulsar descubierta) ha seguido el mismo camino que el logo de los Ramones: un montón de gente la trae puesta aunque no tengan idea de qué es Joy Division.
Independientemente de que la gente pueda ponerse la ropa que quiera, siempre es bueno saber qué demonios significa aquello con lo que uno opta por cubrir su cuerpo. Joy Division fue una banda formada a finales de los setenta y constituyen la quintaesencia del post-punk. Su vocalista, Ian Curtis, padecía epilepsia (que según muchos médicos es el estado límite entre el genio y la locura) y el 18 de mayo de 1980, dos meses antes de que su sencillo Love Will Tear Us Apart entrara en las listas de las 20 canciones más escuchadas del Reino Unido, mientras veía la película Stroszek y escuchaba el disco The Idiot, de Iggy Pop, entró a su cocina, colgó una soga y se ahorcó. En cierto sentido, esto era completamente congruente con la música que hacía en su grupo. Joy Division suena a la cúspide de la alienación asfixiante. Y en esto, por su puesto, descansa su mayor mérito.
¿A qué me refiero? Apenas ayer platicaba con un amigo que me contaba de la vez en que llevó a una amiga a ver a The Killers, y estos interpretaron su versión de Shadowplay. Él le pregunto: “¿Has oído la original?”, y la damisela en cuestión le respondió: “Sí, y me gusta más ésta. El de la original canta muy feo”. Puedo entender el argumento de la chava, mas no su parámetro. Más allá de que The Killers puedan hacer o no música “más bonita” que Joy Division, el fondo del asunto es que Joy Division creó un sonido… y de ese sonido han abrevado bandas desde Bauhaus hasta Interpol más las que se acumulen esta semana. A Joy Division no le interesaba crear “cosas bonitas” sino objetos de una belleza terrible, herederos indudables de la tradición inaugurada por Charles Baudelaire con su libro Las flores del mal que trastornó la poesía de todos los tiempos.
En cuanto al suicido de Ian Curtis… debo confesarles que yo siento un inmenso respeto por los suicidas, así que aquí no les voy a predicar sobre los lugares comunes de la puerta falsa y la cobardía. Estoy convencido que para un suicida esa puerta es a veces más real que todo lo que está pasando a su alrededor y que hace falta valentía para tirar por la borda esa vieja costumbre de inhalar-exhalar que es lo único que tenemos por cierto en este plano de la existencia. Yo mismo en noviembre pasado perdí a un amigo en circunstancias casi idénticas que Curtis: se ahorcó un domingo en su casa, era un tipo carismático, bonachón, todo sonrisas, nadie esperaba su decisión. Y nadie le encontró explicación: no tenía problemas de salud, ni económicos, ni adicciones. Entonces entendí que sobre eso ni la música de Joy Division ni de nadie más tiene nada que decirnos al respecto, sólo el silencio de quien antes cantaba y ahora calla, sólo el vacío de la presencia desvanecida; ahí es imposible fisgonear, el acto del suicida por su propia naturaleza nos cierra la puerta en las narices. Y no hacen falta explicaciones, simplemente entender que esa frase de optimismo ramplón “lo importante es que estamos vivos” resulta absolutamente falaz porque no, a veces no basta con estar vivo, porque a veces lo que deseas es algo más grande que la vida. Ian Curtis y mi amigo, cada uno en domingos distintos, saltaron a buscarlo.
Arturo G. Aldama
Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Intercontinental y estudió para maestro en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana. Tiene alrededor de 20 años como obrero del ramo editorial. Ha colaborado en diversas publicaciones como el semanario sábado de unomásuno, Milenio Diario, la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, las revistas Viceversa, Pic-nic, Conozca Más, Círculo Mix-Up y el semanario Siempre!, entre otras. También ha escrito guiones para Canal Once y el guión del modo historia para el videojuego AAA Héroes del Ring. En 2013 publicó en Letritas del Changarrito el libro eRRemental – Viñetas viajadas de rocanrol. Desde hace 10 años colabora en Marvel Cómics México, donde actualmente ocupa el cargo de editor.
Fotografía: EFE